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miércoles, 5 de mayo de 2010

A por los 24 ochomiles

Muy triste ha sido la noticia de la muerte de Tolo Calafat en el Anapurna, dos años después de que Iñaki Ochoa nos abandonara. Desde que la noticia saltara a los medios de comunicación se han corrido ríos de tinta sobre el papel, declaraciones en televisión y radio y, como no, cientos de miles de millones de bits circulando por la red, tando de propios como de extranos.

Desde la clínica privada donde se recupera de sus lesiones, Juanito Oiarzabal hace unas declaraciones que podrían llevar a más de uno a la reflexión:



A mí me parece un tipo de lo más sincero, que (con perdón al burro) rebuzna hacia fuera lo que lleva por dentro y después, cuando siente la colleja, reconoce su error y rectifica públicamente.

No es mi amigo ni me siento identificado con él, tan sólo tuve la oportunidad de estrecharle la mano tras una charla que nos dió en Málaga, con sus muñones en los piés, su prepotencia, su orgullo... y su sinceridad. Pero no puedo negar la admiración que siento por él y todos los que son capaces de mirar desde tan alto, me gusten o no sus formas.

Quizás nunca debía haberse acercado a la montaña y haber seguido ejerciendo su humilde profesión para así satisfacer a sus actuales detractores, los que ahora critican su forma de hacer las cosas, pero que antes lo elogiaban.

¿Se equivoca Juanito intentando conseguir los 28 x 8.000 con el esfuerzo de los demás y criticando a los demás a causa de su propia impotencia?¿Se equivoca Edurne por intentar ser la primera desprestigiando a la coreana?¿Se equivoca la coreana compitiendo con tan semejante despliegue y, según algunos/as, dudosas prácticas?¿Se equivocaba Iñaki aplicando su filosfía en la montaña?

A Tolo se lo llevó el Anapurna, no Juanito.