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domingo, 21 de agosto de 2011

Jugando con las olas en Mazagón

Ayer sábado el día no pintaba demasiado bueno como para ser un día de playa. Las previsiones daban viento de levante por la mañana que rolaría a suroeste y oeste, además de posibilidad de precipitaciones, rayos y centellas. Pero en Almonte la noche fue un auténtico infierno, no habíamos bajado de los 27 grados en toda la noche, y la mañana ya apuntaba a otro día insoportable.

Así que decidimos ir a echar el día a la playa, total más calor que en el pueblo no íbamos a pasar, o eso creíamos. Cargamos mi kayak, la sombrilla, las sillas de la playa, la nevera con refrigerios, ..., y cómo no, la tortilla del mercadona tras darle en una sartén vuelta y vuelta. Y en menos de una hora ya estábamos plantando la sombrilla en la playa del Parador de Mazagón.


El día fue de lo más extraño... Soplaba levante moderado y "recalentado". Minetras "la que manda" estudiaba para un exámen en Septiembre, yo me daba un paseito en el kayak aprovechando el viento. Navegaba a vela hacia Mazagón con el estupendo viento que soplaba del levante. Tras un rato me doy media vuelta y entre remando y zigzagueando, para aprovechar el viento en la medida de lo posible, llego nuevamente a la altura de nuestro "campamento". Hasta aqui todo normal.

De repente se produce la calma total. Eran aproximadamente la una de la tarde. El viento deja de soplar por un par de segundos... ¡Qué extraño!... y ¡¡¡Zás!!! un ponientazo de "cien pares de cojones", como se dice en mi pueblo, me sacudió de golpe. Casi me arranca la vela del kayak, suerte que le había puesto un tramo elástico al amarre con el que controlo la botabara, precisamente en previsión de que amortigue una racha viento inesperada y no me haga volcar. Navegaba a toda pastilla y casi era incontrolable el rumbo. Decidí ponerme cara al viento, lo que fue harto complicado por la fuerza del viento, tanta que había aplacado las olas del levante e incluso levantaba rociadas de agua contra mí. Bajé la vela y me dispuse a remar como loco hacia la orilla, pues miraba hacia atrás y desde la zona del espigón venía como una especie de ventisca transportango agua del mar, por lo que me temía lo peor, algún fenómeno costero extraño que pudiera tragarme.

Mientras, en la playa se lidiaba otra corrida que rozaba lo dantesco. Decenas de sombrillas volando, bolsas de plástico, papeles (los apuntes), ropa, flotadores, pelotas de plástico... y gente corriendo desesperada cientos de metros a intentar atraparlas.

Desembarqué a toda prisa y, mientras arrastraba el kayak hacia la sombrilla para ponerme a salvo, todo lo a salvo que puede ponerse uno en una sombrilla con todas sus varillas retorcidas, le decía acojonado a Paqui, que la sujetaba como podía, que aquello era muy extraño y que se nos podía venier encima una buena.



Afortunadamente aquello no duró más que unos 10 o 15 minutos. El "poniente" fue bajando su intensidad poco a poco hasta alcanzar una fuerza moderada, incluso pude aprovechar algún que otro ratito. Y cuando su fuerza no era suficientemente como para impulsar con alegría el kayak, uno se divertía jugando con las olas.








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